Siempre idealicé al amor, pero a mi edad no creí tener ya oportunidad de encontrarlo. Hasta que conocí a Cece, era perfecta; su piel, sus ademanes, su risa... Tan pronto como pude la hice primera dama y organicé lo necesario en la residencia presidencial para su comodidad. Sin embargo, todo empeoró con el tiempo. De a poco terminó por apoderarse descaradamente del gobierno y alejarse de mí. Hoy, mientras fallecía en sus brazos, la vi como nunca antes. Supe que su tecnología no era del todo perfecta, que su mirada era ficticia y, aún así, un mar de ambición humana.
Veo tus joviales lágrimas deshacer el papel, El último ladrillo del muro de palabras Que una vez pronunciadas por mí No tendrán ya que volar hasta ti. Veo una pacífica sonrisa aparecer en tu rostro Y desaparecer en el deseo, justo a tiempo Para darte por fin ese atascado beso Que esperanzado dibujé bajo un triste candil. Dejo ahora en un rincón mi viejo casco, Para regresar, completo, a tus pacientes brazos.
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