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Cloe Caterín

Siempre idealicé al amor, pero a mi edad no creí tener ya oportunidad de encontrarlo. Hasta que conocí a Cece, era perfecta; su piel, sus ademanes, su risa... Tan pronto como pude la hice primera dama y organicé lo necesario en la residencia presidencial para su comodidad. Sin embargo, todo empeoró con el tiempo. De a poco terminó por apoderarse descaradamente del gobierno y alejarse de mí. Hoy, mientras fallecía en sus brazos, la vi como nunca antes. Supe que su tecnología no era del todo perfecta, que su mirada era ficticia y, aún así, un mar de ambición humana.
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El hotel

Examinó la escena del crimen e identificó muchas huellas negras en el nivel más alto. El anciano había sido maltratado hasta la muerte por varios de sus huéspedes. En el lugar yacían también sin vida los residentes menos inteligentes, según los registros; y los presuntos responsables, sin coartada, sin móvil y víctimas de sus propios actos. Además, la temperatura de todos los cuerpos sugería que los hechos habían sido bastante recientes. Finalmente anotó: ”Suicidio masivo e inconsciente tras lanzar desmedidos ataques con gases tóxicos”. De inmediato emprendió el regreso a su planeta.

Desde el ser

Repele leyes perennes. Vence gente que expele sed, que crece entre peste de heces. Mete en redes de peces reses que ceden en el test… ¡Él, exgerente del ente E.T., cree que es decente! ¡Je! Excelente mente, estrechez de frente. Teme que el tren de “eje endeble” se estrelle. Tres veces bebe té, tres veces lee el té; se ve demente, cree que de repente pereceré. Efervescente revés de fe. “¡Ese gen es menester entre reyes!” ¡Qué estrés! Este mes, entre trece lentes, emergeré de él, seré el bebé de tez verde que vender en el este.

Tregua

Veo tus joviales lágrimas deshacer el papel, El último ladrillo del muro de palabras  Que una vez pronunciadas por mí No tendrán ya que volar hasta ti. Veo una pacífica sonrisa aparecer en tu rostro Y desaparecer en el deseo, justo a tiempo Para darte por fin ese atascado beso  Que esperanzado dibujé bajo un triste candil. Dejo ahora en un rincón mi viejo casco, Para regresar, completo, a tus pacientes brazos.

Ocio nocturno

Salieron corriendo de la tienda; a medianoche y con la adrenalina a tope. Se internaron en el bosque, se apresuraron a enterrar el botín y huyeron del lugar tan pronto escucharon las sirenas. Así de bien daban su improvisado primer golpe.  Más tarde regresaron y celebraron descaradamente su hazaña con una fogata. Risas iban y venían; y allí estaba yo, grabando más que una danza de luciérnagas.

Añoranza

Sobre el tejado, la luna, luciendo un argénteo arco, consuela a la triste joven que la admira en solitario. ¡Oh sol, no regreses aún! Implora ella con su llanto mientras de a poco se acaba la noche, paz de su hermano. Pronto cierra la ventana; pronto vuelve a extrañarlo.