Salieron corriendo de la tienda; a medianoche y con la adrenalina a tope. Se internaron en el bosque, se apresuraron a enterrar el botín y huyeron del lugar tan pronto escucharon las sirenas. Así de bien daban su improvisado primer golpe. Más tarde regresaron y celebraron descaradamente su hazaña con una fogata. Risas iban y venían; y allí estaba yo, grabando más que una danza de luciérnagas.